Philomena

 

El amor maternal es una de las fuerzas más grandes que existen. Es una fuerza que no olvida, que no pasa, que no cambia. Philomena es una madre que, hace cincuenta años, perdió a su hijo. Es una madre católica, que es perseguida por su culpa y su pecado, pero es una madre que ama incondicionalmente a su hijo. Philomena es una historia agridulce, conmovedora, triste y nostálgica. Es la historia de una madre descubriendo a su hijo por largos años perdido. A lo largo de este post haré algunos spoilers que considero necesarios, puedes detenerte en este momento si no deseas que arruine tu experiencia, y volver a leerlo luego que la hayas visto. Te adelanto que es una de las mejores películas de un año lleno de las mejores, una experiencia técnica y sentimental.

Philomena, interpretada a la perfección por Judi Dench, se parece a mi mamá. Reza todos los días, piensa en el castigo divino y fue enfermera por más de treinta años. Inclusive se parece mucho físicamente a mi mamá, lo que la hace muy creíble, por lo menos para mi. La diferencia de mi madre y  Philomena es su secreto, que ha llevado con culpa y dolor durante cincuenta años: cuando era adolescente quedó embarazada y entregó su hijo a un convento para darlo en adopción, donde además acordó a trabajar bajo condiciones de esclavitud que ella misma agradece. Philomena vió a su hijo partir del convento, entregado por una hermana superiora cruel y prejuiciosa, que no conoce la piedad y la caridad, a una familia de la que nada sabe y que no logra conseguir  por cincuenta años. Pero no olvida. Ahí comienza esta historia de amor pero del  verdadero, más allá de la pasión del sexo. Una historia poderosa y muy cercana a todo ser humano que siente y vive cualquier forma de relación con su madre.

Debo confesar que lloré. Considero que la película, basada en una historia real, por momentos es muy dificil de soportar. Philomena vive su pecado y su castigo, y se encarga de mostrarlo, pero no se auto flagela. Pero además es su actitud optimista ante la fatalidad de su vida la que me asombra. Ayudada por un reportero agnóstico, Philomena ubica su hijo para descubrir la verdad más temida, que ya estaba muerto. Un hijo que no ve desde hace cincuenta años, que nunca conoció y que ya perdió, pero siempre ha amado. Y allí comienza el brillo increíble de esta historia que no pensé que pudiera ser tan conmovedora, cuando Philomena comienza a conocer a su hijo como una narración del pasado, uniendo fotos y experiencias de aquellos quienes convivieron con él, sintiéndose esperanzada, orgullosa, compungida y conmovida por su historia. Es sorprendente la escena donde Philomena se entera que su hijo era homosexual, ya que uno espera alguna reacción en su rostro, y sin embargo ella resulta inalterada por tal noticia. La sorpresa viene de que ella, como madre, confiesa haberlo sabido de siempre y perdió a su hijo cuando era muy pequeño. Esa confesión conduce a pensar en el tiempo que ha dedicado ella a pensar en su hijo, en los detalles que vio de él en sus primeros años y en como lo ha recordado  durante todo este tiempo.

La película es un terreno para discutir temas desde distintos puntos de como la validez de la religión, el pecado, la homosexualidad, la muerte, la humanidad, la felicidad, el perdón y la piedad. Sin embargo el tema más fuerte de esta película es el amor. Creo que es una película excelente, está llena de detalles que hacen a sus personajes creíbles y multidimensionales, y tiene una fotografía y edición que logran empapar al espectador de las emociones que persigue. Y aunque algunos personajes antagonistas fueron desarrollados para generar un clímax en la narración, aún así logran explicar los momentos y la vida de esta mujer que es como mi madre.

Lo mejor: Judi Dench.

Mi calificación: 18 de 20. No olvidaré esta película.

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